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viernes, 11 de noviembre de 2011

Yoryi Morel (1906-1979)

Nació en Santiago en 1906 y murió en 1979. Demostró su precocidad artística en la pintura cuando comenzó a estudiar este arte a los once años con el pintor santiaguero Juan Bautista Gómez.

Pintor básicamente autodidacta, Morel realizó su primera exposición individual en Santo Domingo en 1932 y desde entonces se le considera como el principal pintor costumbrista dominicano.

Dentro de la escuela impresionista, Yoryi Morel trató los temas nacionales con rigurosas pinceladas, lo que le confiere un lugar de preeminencia y lo hace acreedor del título de “Iniciador de la pintura dominicana”.

Fue el fundador de la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal. Se dedicó por largos años a la labor pedagógica en Santiago y en Santo Domingo.

Participó en la Primera Bienal celebrada en el país en 1942. Sus obras han concurrido a exposiciones celebradas en importantes ciudades de América y de Europa.
Obtuvo en 1952 el Primer Premio de Pintura en la VI Bienal.

Es el artista dominicano que, en su tiempo, mejor plasma la luz y el paisaje en rítmicos y admirables colores, razón por la que ha sido el maestro por excelencia de varias generaciones de pintores. Sus pinturas, dibujos tienen el sello característico de un estilo pictórico con libertad y disciplina. También trató la figura humana: retratos, desnudos y otras composiciones, dentro de un amplio diseño y monumento de síntesis pictórica. Sus cuadros se distinguen par los profusos caseríos y montanas envueltos por un aire claro y sutil.

Lo panorámico en su paisaje se convierte en metáfora, en infinidad de interpretaciones, por el enfoque plástico y el ambiente costumbrista en que los envolvió. EI color en su pintura esta relacionado a las emociones de artista, a su contorno y a su contacto con la naturaleza. En algunos cuadros como “Nocturno”, tiende hacia una visión del sentido artístico y a fortalecer los caracteres de la vida del hombre del campo.

Según expresa Danilo de los Santos: “Su entusiasmo revitalizador por la circunstancia nacional, que no busca como los pintores de ‘tendencias románticas’ la idealización o el recuerdo, sino una objetivación franca de lo autóctono; la inspiración tomada de la visión directa para exaltar, como en el impresionismo, la luz y el color.

EI tropicalismo expuesto en el panorama cielo-mar-montaña, montañas-valles, vegetación-pueblo, hombre-paisaje. Su insistencia en el tipicismo que toma como modelo lo mismo al campesino que a la marchante, al buhonero, a la mujer del río, al limosnero, al pescador o al muchacho de la calle, y nos da un retrato donde desnuda hasta la tristeza resignada, condición psicológica del hombre dominicano.





















































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