Christmas Evans

sábado, 26 de diciembre de 2009

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DATOS BIOGRAFICOS
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Christmas Evans
El “Juan Bunyan de Gales
1766 – 1838
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Sus padres le pusieron el nombre de “Christmas” (Navidad), porque nació el día de Navidad, en 1766. La gente lo apodó “Predicador Tuerto”, porque era ciego de un ojo. Alguien se refirió así a Christmas Evans: “Era el hombre más alto, el de mayor fuerza física y el más corpulento que jamás vi. Tenía un solo ojo, si hay razón para llamar a eso ojo, porque, con más propiedad se podría decir que era una estrella luminosa, que brillaba como el planeta Venus.” También se le llamó “El Juan Bunyan de Gales”, porque era el predicador que, en la historia de ese país, disfrutó más el poder del Espíritu Santo. En todos los lugares donde predicaba, se producía un gran número de conversiones. Su don de predicar era tan extraordinario, que con toda facilidad conseguía que un auditorio de 15 a 20 mil personas, de sentimientos y temperamento diferentes, lo escuchasen con la más profunda atención. En las iglesias no cabían las multitudes que iban a escucharlo durante el día; de noche siempre predicaba al aire libre a la luz de las estrellas.

Por un tiempo vivió entregado a las diversiones y a la embriaguez. Durante una lucha fue gravemente acuchillado; en otra ocasión lo sacaron del agua como muerto, y aún otra vez, se cayó de un árbol sobre un cuchillo. En las contiendas era siempre el campeón, hasta que, por fin, en un combate sus compañeros lo cegaron de un ojo. Dios, sin embargo, fue misericordioso con él durante ese período, conservándolo con vida, para más tarde utilizarlo en su servicio.

A la edad de 17 años fue salvo; aprendió a leer, y poco después fue llamado a predicar y fue separado para el ministerio. Sus sermones eran secos y sin fruto, hasta que un día cuando viajaba para Maentworg, amarró su caballo y penetró en el bosque donde derramó su alma en oración a Dios. Igual que Jacob en Peniel, no se apartó de ese lugar hasta recibir la bendición divina. Después de aquel día
reconoció la gran responsabilidad de su obra; siempre su espíritu se regocijaba en la oración y se sorprendió grandemente por los frutos gloriosos que Dios comenzó a concederle. Antes tenía talentos y cuerpo de gigante. Era valiente como un león y humilde como cordero; no vivía para sí, sino para Cristo. Además de tener, por naturaleza, una mente ágil y una manera conmovedora de hablar, poseía un corazón que rebosaba amor para con Dios y su prójimo. Verdaderamente era una luz que ardía y brillaba.

Andaba de pie por el sur de Gales, predicando, a veces hasta cinco sermones en el mismo día. A pesar de no estar bien vestido y de sus maneras ordinarias, grandes multitudes afluían para oírlo. Vivificado con el fuego celestial, se elevaba en espíritu como si tuviese alas de ángel, y el auditorio se contagiaba y se conmovía también. Muchas veces los oyentes rompían en llanto y en otras manifestaciones, que no podían evitar. Por eso eran conocidos como los “Saltadores galeses”.

Evans creía firmemente que sería mejor evitar los dos extremos: el exceso de ardor y la demasiada frialdad. Pero Dios es un ser soberano, que obra de varias maneras. A uno El atrae por el amor, mientras que a otros El aterra con los truenos del Sinaí para que hallen la paz preciosa en Cristo. Los indecisos a veces son sacudidos por Dios sobre el abismo de la angustia eterna, hasta que clamen pidiendo misericordia y encuentren el gozo inefable. El cáliz de ellos rebosa, hasta que algunos, no comprendiendo, preguntan: “¿Por qué tanto exceso?”Acerca de la censura que se hacía de los cultos, Evans escribió: “Me admiro de que el genio malo, llamándose "el ángel del orden", quiera tratar de cambiar todo lo que respecta a la adoración de Dios, volviéndola en un culto tan seco como el monte Gilboa. Esos hombres de orden desean que el rocío caiga y el sol brille sobre todas sus flores, en todos los lugares, menos en los cultos del Dios Todopoderoso. En los teatros, en los bares y en las reuniones políticas los hombres se conmueven, se entusiasman, y se exaltan como tocados por el fuego, igual que cualquier "Saltador Galés". Pero, conforme a sus deseos, ¡no debe existir nada que le dé vida y entusiasmo a los cultos religiosos!.

Hermanos, meditad en esto! ¿Tenéis razón o estáis equivocados?”
Se cuenta que en cierto lugar tres predicadores tenían que hablar, siendo Evans el último. Era un día de mucho calor, los dos primeros sermones fueron muy largos, de modo que todos lo oyentes estaban indiferentes y casi exhaustos. No obstante, después, cuando Evans llevaba unos quince minutos predicando sobre la misericordia de Dios, tal cual se ve en la parábola del Hijo Pródigo, centenares de personas que estaban sentadas en la hierba, repentinamente se pusieron de pie. Algunos lloraban y otros oraban llenos de angustia. Fue imposible continuar el sermón, la gente continuó llorando y orando durante el día entero, y toda la noche hasta el amanecer.


En la isla de Anglesea, sin embargo, Evans tuvo que enfrentarse a una doctrina encabezada por un orador elocuente e instruido. En la lucha contra el error de esa secta, Evans comenzó a decaer espiritualmente. Después de algunos años, ya no poseía el mismo espíritu de oración ni sentía el gozo de la vida cristiana. El mismo cuenta cómo buscó y recibió de nuevo la unción del poder divino que hizo que su alma se encendiera aún más que antes:

No podía continuar con mi corazón frío con relación a Cristo, a su expiación y a la obra de su Espíritu. No soportaba el corazón frío en el púlpito, en la oración secreta y en el estudio, especialmente cuando me acordaba de que durante quince años mi corazón se había abrasado como si yo hubiese andado con Jesús en el camino a Emaús. Por fin, llegó el día que jamás olvidaré: En el camino a Dolgelly, sentí la necesidad de orar, a pesar de tener el corazón endurecido y el espíritu carnal. Después que comencé a suplicar, sentí como que unas pesadas cadenas que me ataban, caían al suelo, y como que dentro de mí se derretían montañas de hielo. Con esta manifestación aumentó en mí la certeza de haber recibido la promesa del Espíritu Santo. Me parecía que mi espíritu se había librado de una prolongada prisión, o como si estuviese saliendo de la tumba de un invierno extremadamente frío. Las lágrimas me corrieron abundantemente y me sentí constreñido a clamar y pedir a Dios el gozo de su salvación y que El visitase de nuevo las iglesias de Anglesea que estaban bajo mi cuidado. Supliqué por todas las iglesias, mencionando el nombre de casi todos los predicadores de Gales. Luché en oración durante más de tres horas. El espíritu de intercesión comenzó a pasar sobre mí, como ondas una después de otra, impelidas por un viento fuerte, hasta que mis fuerzas físicas se debilitaron de tanto llorar. Fue así que me entregué enteramente a Cristo, en cuerpo y alma, en talentos y obras, mi vida entera, todos los días y todas las horas que aún me restaban por vivir, incluyendo todos mis anhelos. Todo, todo lo puse en las manos de Cristo....... En el primer culto, después de esta experiencia, me sentí como removido de la región espiritualmente estéril y helada, hacia las tierras agradables de las promesas de Dios. Comencé entonces, de nuevo, los primeros combates de oración, sintiendo fuertes anhelos por la conversión de los pecadores, tal como había sentido en Leyn. Me apoderé de la promesa de Dios. El resultado fue, que al volver a casa vi que el Espíritu estaba obrando en los hermanos de Anglesea dándoles el espíritu de oración insistente.”

Ocurrió entonces un gran avivamiento, pasando del predicador a la gente en todos los lugares de la isla de Anglesea, y en todo Gales. La convicción de pecado pasaba sobre los auditorios como grandes oleadas. El poder del Espíritu Santo obraba, hasta que el pueblo lloraba y danzaba de gozo. Uno de los que asistieron a su famoso sermón sobre el Endemoniado Gadareno, cuenta cómo Evans retrató tan fielmente las escena de la liberación del pobre endemoniado, al admiración de la gente al verlo liberado, el gozo de la esposa y de los hijos cuando volvió a la casa ya curado, que el auditorio rompió en grandes risas y llanto. Otro se expresó así: “El lugar se volvió un verdadero "Boquim de lloro" (Jueces 2:1-5).

Otro más dijo que el auditorio quedó como los habitantes de una ciudad sacudida por un terremoto, que salen corriendo, se postran en tierra y claman la misericordia de Dios.

Como no era poco lo que sembraba, recogía abundantemente, y al ver la abundancia de la cosecha, sentía que su celo ardía de nuevo y que su amor aumentaba, llevándolo a trabajar con más ahínco aún.

Su firme convicción era que nadie, ni aun la mejor persona, puede salvarse sin la operación del Espíritu Santo, ni el corazón más rebelde puede resistir al poder del mismo Espíritu. Evans tenía siempre un objetivo cuando luchaba en oración; se apoyaba en las promesas de Dios, suplicando con tanta insistencia como aquel que no se va antes de recibir. El decía que la parte más gloriosa del ministerio
del predicador era el hecho de agradecer a Dios por la obra del Espíritu Santo en la conversión de los pecadores.

Como vigía fiel, no podía pensar en dormir mientras la ciudad se incendiaba. Se humillaba ante Dios, agonizando por la salvación de los pecadores, y de buena voluntad gastó sus fuerzas y su salud por ellos. Trabajaba sin descanso, sin temer la censura de los religiosos fríos, el desprecio de los perdidos, ni la ira y la furia de los demonios.

A la edad de 73 años, sin mostrar disminución en sus fuerzas físicas ni mentales, predicó el último sermón, como de costumbre, bajo el poder de Dios. Al finalizar dijo: “Este es mi último sermón.” Los hermanos creyeron que se refería a su último sermón en aquel lugar. Pero el hecho es que cayó enfermo esa misma noche. En la hora de su muerte, tres días después, se dirigió al pastor, que lo hospedaba, con estas palabras: “Mi gozo y consuelo es que después de dedicarme a la obra del santuario durante cincuenta y tres años, nunca me faltó sangre en el lebrillo. Predica a Cristo a la gente.” Luego, después de cantar un himno, dijo: “¡Adiós! ¡Adiós!” y falleció.

La muerte de Christmas Evans fue uno de los acontecimientos más solemnes de toda la historia del principado de Gales. Fue llorado en el país entero.

El fuego del Espíritu Santo hizo que los sermones de este siervo de Dios nardecieran de tal manera los corazones, que la gente de su generación no podía oír pronunciar el nombre de Christmas Evans sin recordar vívidamente al Hijo de Maria en el pesebre de Belén, su bautismo en el Jordán, el huerto de Getsemaní, el tribunal de Pilato, la corona de espinas, el Monte Calvario, el Hijo de Dios inmolado en el altar y el fuego santo que consumía todos los holocaustos, desde los días de Abel hasta el día memorable en que fue apagado por la sangre del Cordero de Dios.
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GUILLERMO CAREY

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DATOS BIOGRAFICOS
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GUILLERMO CAREY
Padre de las misiones modernas
1761 – 1834
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Siendo niño, Guillermo Carey sentía una verdadera pasión por el estudio de la naturaleza. Su dormitorio estaba lleno de colecciones disecadas de insectos, flores, pájaros, huevos, nidos, etc. Cierto día, al intentar alcanzar un nido de pájaro, cayó de un árbol alto. Cuando trató de subir por la segunda vez, cayó nuevamente. Insistió por tercera vez en su intento, pero cayó quebrándose una pierna.

Algunas semanas después, antes de que su pierna estuviese completamente sana, Guillermo entró en su casa con el nido en la mano, “¡Subiste al árbol nuevamente!” exclamó su madre. “No pude evitarlo.

Tenía que poseer el nido, mamá”, respondió el chiquillo.Se dice que Guillermo Carey, fundador de las misiones actuales, no estaba dotado de una inteligencia superior ni poseía tampoco ningún don que deslumbrase a los hombres. Sin embargo, fue esa
característica de persistir, con espíritu indómito e inconquistable, hasta llevar a término todo cuanto iniciaba, el secreto del maravilloso éxito de su vida.

Cuando Dios lo llamaba para que iniciara alguna tarea, él permanecía firme, día tras día, mes tras mes, y año tras año hasta acabarla. Dejó que el Señor se sirviera de su vida, no solamente para evangelizar durante un período de cuarenta y un años en el extranjero, sino también para realizar la hazaña, por increíble que parezca, de traducir las Sagradas Escrituras a más de treinta lenguas.

El abuelo y el padre del pequeño Guillermo eran, respectivamente, profesor y sacristán (Iglesia Anglicana) de la parroquia. De esa manera el hijo aprendió lo poco que el padre podía enseñarle. Pero no satisfecho con eso, Guillermo continuó sus estudios sin maestro.

A los doce años adquirió un ejemplar del vocabulario latino, por Dyche, que Guillermo se aprendió de memoria. A los catorce años se inició en el oficio como aprendiz de zapatero. En la tienda encontró algunos libros, de los cuales aprovechó para estudiar. De esa manera inició el estudio de griego. Fue en ese tiempo que llegó a reconocer que era un pecador perdido, y comenzó a examinar cuidadosamente
las Escrituras.

Poco después de su conversión, a los 18 años de edad, predicó su primer sermón. Al verificar que el bautismo por inmersión es bíblico y apostólico, dejó la denominación a que pertenecía. Tomaba prestado libros para estudiar, y a pesar de vivir pobremente, adquirió algunos libros usados. Uno de sus métodos para aumentar el conocimiento de otras lenguas, consistía en leer diariamente la Biblia en latín, en griego y en hebreo.

A los veinte años de edad se casó. Sin embargo, los miembros de la iglesia donde predicaba eran pobres y Carey tuvo que continuar con su oficio de zapatero para ganar el pan cotidiano. El hecho de que el señor Old, su patrón, exhibiese en la tienda un par de zapatos fabricados por Guillermo, como muestra, era una buena prueba de la habilidad del muchacho.

Fue durante el tiempo que enseñaba geografía en Moulton que Carey leyó el libro titulado Los viajes del Capitán Cook, y Dios le habló a su alma acerca del estado abyecto de los paganos que vivían sin el evangelio. En su taller de zapatero fijó en la pared un mapamundi de gran tamaño, que él mismo había diseñado cuidadosamente. En ese mapa incluyó toda la información pertinente disponible; el número exacto de la población, la flora y la fauna, las características de los indígenas de todos lo países.

Mientras reparaba los zapatos, levantaba los ojos de vez en cuando para mirar su mapa y meditaba sobre las condiciones de los distintos pueblos y la manera de evangelizarlos. Fue así como sintió más y más el llamado de Dios para que preparase la Biblia para los millones de hindúes, en su propia lengua.

La denominación a la que Guillermo pertenecía, después de aceptar el bautismo por inmersión, se hallaba en gran decadencia espiritual. Esto fue reconocido por algunos de los ministros, los cuales convinieron en pasar “una hora orando el primer lunes de todos los meses”, pidiendo a Dios un gran avivamiento de la denominación. En efecto, se esperaba un despertamiento, pero como sucede muchas veces, no pensaron en la manera en que Dios les respondería. En aquel tiempo las iglesias no aceptaban la idea de llevar el evangelio a los paganos, por considerarla absurda. Cierta vez, en una reunión del ministerio, Carey se levantó y sugirió que ventilasen este asunto; El deber de los creyentes en promulgar el evangelio entre las naciones paganas. El venerable presidente de la reunión, sorprendido, se puso de pie y gritó: “Joven, siéntese! Cuando Dios tuviese a bien convertir a los paganos, El lo hará sin su auxilio ni el mío.”.

A pesar de ese incidente, el fuego continuó ardiendo en el alma de Guillermo Carey. Durante los años siguientes se esforzó ininterrumpidamente, orando, escribiendo y hablando sobre el asunto de llevar a Cristo a todas las naciones. En mayo de 1792 predicó su memorable sermón sobre Isaías 54:2, 3:

"Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas”.

Disertó sobre la importancia de esperar grandes cosas de Dios y, luego puso de relieve la necesidad de emprender grandes obras para Dios.

El auditorio se sintió culpable de haber negado el evangelio a los países paganos, al punto de “clamar en coro”. Se organizó entonces la primera sociedad misionera en la historia de las iglesias de Cristo, para la predicación del evangelio entre los pueblos nunca antes evangelizados. Algunos ministros como Brainred, Eliot y Schwartz ya habían ido a predicar en lugares distantes, pero sin que las iglesias se uniesen para sustentarlos.

A pesar de que la información de la sociedad fue el resultado de la persistencia de Carey, él mismo no tomó parte de su establecimiento. Sin embargo, en ese tiempo se escribió lo siguiente acerca de él:

Ahí está Carey, pequeño en estatura, humilde, de espíritu sereno y constante; ha transmitido el espíritu misionero a los corazones de los hermanos, y ahora quiere que sepan que él está listo para ir a donde quieran mandarlo, y está completamente de acuerdo en que formulen todos los planes.”

Pero ni siquiera con esta victoria le fue fácil a Guillermo Carey materializar su sueño de llevar a Cristo a los países que permanecían en tinieblas, aunque dedicaba su espíritu indómito para alcanzar la meta que Dios le había marcado.

La iglesia donde predicaba, no consentía que dejase el pastorado, y sólo después que los miembros de la sociedad visitaron la iglesia, fue que este problema se resolvió. En el informe de la iglesia consta lo siguiente: “A pesar de estar de acuerdo con él, no nos parece bien que nos deje aquel a quien amamos más que a nuestra propia alma.”

Sin embargo, lo que él sintió más fue que su esposa se rehusara terminantemente a irse de Inglaterra con sus hijos. No obstante Carey estaba tan seguro de que Dios lo llamaba para trabajar en la India, que ni la decisión de su esposa lo hizo vacilar.

Había otro problema que parecía no tener solución; no se permitía la entrada de ningún misionero en la India. En tales circunstancias era inútil pedir permiso para entrar; y fue en esas condiciones que lograron embarcar, sin poseer ese documento. Desafortunadamente el navío demoró algunas semanas en partir; y poco antes de que zarpara, los misioneros recibieron orden de desembarcar.

A pesar de tantos contratiempos, la sociedad misionera continuó confiando en Dios; lograron obtener dinero y compraron un pasaje para la India en un navío dinamarqués. Una vez más Carey le rogó a su querida esposa que lo acompañase. Pero ella persistió en su negativa, y nuestro héroe, al despedirse de ella, le dijo: “Si yo poseyese el mundo entero, lo daría alegremente todo por el privilegio de llevarte a ti y a nuestros queridos hijos conmigo; pero el sentido de mi deber sobrepasa cualquier otra consideración. No puedo volver atrás sin sentir culpa en mi alma.”.

Sin embargo, antes de que el navío partiese, uno de los misioneros fue a la casa de Carey. Muy grande fue la sorpresa y el regocijo de todos al saber que ese misionero lograra convencer a la esposa de Carey para que acompañase a su marido. Dios conmovió el corazón del comandante del navío para que la llevase, en compañía de los hijos, sin cobrar el pasaje.

Por supuesto el viaje a vela no era tan cómodo como en los vapores modernos. A pesar de los temporales, Carey aprovechó su tiempo para estudiar el bengalí y ayudar a uno de los misioneros en la obra de traducir el Libro del Génesis al bengalí.

Durante el viaje Guillermo Carey aprendió suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a escucharlo en número siempre creciente.

Carey percibió la necesidad imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que aprendió las lenguas de la India, es motivo de admiración para los mejores lingüistas.

Nadie sabe cuántas veces nuestro héroe experimentó grandes desánimos en la India. Su esposa no tenía ningún interés en los esfuerzos de su marido y enloqueció. La mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo contacto, lo creían loco; durante casi dos años no le llegó ninguna carta de Inglaterra.

Muchas veces Carey y su familia carecieron de dinero y de alimentos. Para sustentar a su familia, el misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil.

Durante más de treinta años Carey fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort Williams.

Fundó también el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó, y desempeñó un gran papel en la evangelización del país.
Al llegar a la India, Carey continuó los estudios que había comenzado cuando era niño. No solamente fundó la sociedad de agricultura y Horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos; escribió y publicó el Hortus Bengalensis. El libro Flora Indica, otra de sus obras, fue considerada una obra maestra por muchos años.

No se debe pensar, sin embargo, que para Guillermo Carey la horticultura era sólo una distracción.

Pasó también mucho tiempo enseñando en las escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas.
Cuando uno de sus hijos comenzó a predicar, Carey escribió: “Mi hijo, Félix, respondió al llamado de predicar el evangelio.” Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo: “Félix se empequeñeció hasta volverse un embajador!”.

Durante los cuarenta y un años que Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India; dirigía la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de traductor oficial del gobierno. Escribió varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. El diccionario bengalí consta de tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua, con sus raíces y origen, y definidas en todos los sentidos.

Todo esto fue posible porque Carey siempre economizó el tiempo, según se deduce de lo que escribió su biógrafo:

Desempeñaba estas tareas hercúleas sin poner en riesgo su salud, porque se aplicaba metódica y rigurosamente a su programa de trabajos, año tras año. Se divertía pasando de una tarea a la otra. El decía que pierde más tiempo cuando se trabaja sin constancia e indolentemente, que con las interrupciones de las visitas. Observaba, por lo tanto, la norma de tomar, sin vacilar, la obra marcada y no dejar que absolutamente nada lo distrajese durante su período de trabajo.”

Lo siguiente, escrito para pedirle disculpas a un amigo por la demora en responderle su carta, muestra cómo muchas de sus obras avanzaron juntas:

Me levanté hoy a las seis, leí un capítulo de la Biblia hebrea; pasé el resto del tiempo, hasta las siete, orando. Luego asistí al culto doméstico en bengalí con los sirvientes. Mientras me traían el té, leí un poco en persa con un munchi que me esperaba; leí también, antes de desayunar, una porción de las Escrituras en indostaní. Luego, después de desayunar, me senté con un pundite que me esperaba, para continuar la traducción del sánscrito al ramayuma. Trabajamos hasta las diez. Entonces fui al colegio para enseñar hasta casi las dos de la tarde. Al volver a casa, leí las pruebas de la traducción de Jeremías al bengalí, y acabé justo cuando ya era hora de comer. Después de la comida, me puse a traducir, ayudado por el pundite jefe del colegio, la mayor parte del capítulo ocho de Mateo al sánscrito. En esto estuve ocupado hasta las seis de la tarde. Después de las seis me senté con un pundite de Telinga, para traducir del sánscrito a la lengua de él. A las siete comencé a meditar sobre el mensaje de un sermón que prediqué luego en inglés a las siete y media. Cerca de cuarenta personas asistieron al culto, entre ellas un juez del Sudder Dewany Dawlut.Después del culto el juez contribuyó con 500 rupias para la construcción de un nuevo templo. Todos los que asistieron al culto se fueron a las nueve de la noche; me senté entonces para traducir el capítulo once de Ezequiel al bengalí. Acabé a las once, y ahora te estoy escribiendo esta carta. Después, clausuraré mis actividades de este día en oración. No hay día en que pueda disponer de más tiempo que esto, pero el programa varía.”

Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.

Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en Cristo.

La humildad fue una de las características más destacadas de su vida, Se cuenta que, estando en el pináculo de su fama, oyó a cierto oficial inglés preguntar cínicamente: “¿El gran doctor Carey no era zapatero?” Carey al oír casualmente la pregunta respondió: “No, mi amigo, era apenas un remendón.”

Cuando Guillermo Carey llegó a la India, los ingleses le negaron el permiso para desembarcar. Al morir, sin embargo, el gobierno ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un héroe que había hecho más por la India que todos los generales británicos.

Se calcula que Carey tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo. Así escribió uno de sus sucesores, el misionero Wenger: “No sé cómo Carey logró hacer ni siquiera una cuarta parte de sus traducciones. Hace como veinte años (En 1855) que algunos misioneros, al presentar el evangelio en Afganistán (país del Asia Central), encontraron que la única versión que ese pueblo entendía, era la Pushtoo hecha en Sarampore por Carey.”

El cuerpo de Guillermo Carey descansa, pero su obra continúa siendo una bendición para una gran parte del mundo.
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Carlos Hadon Spurgeon

"Sin manipulación de llamadas al altar, sin utilizar métodos sensasionalistas o emocionales, Spurgeon confiaba solo en Dios para convencer a los pecadores, como él mismo dijo: No vengo a este púlpito esperando que quizás alguno por su propia voluntad quiera volverse a Cristo. Mi esperanza está puesta en otra cosa, espero que mi Maestro traerá algunos de ellos y dirá, eres mío, y serás mío, te reclamo para mí. Mi esperanza surge del ofrecimiento de la Gracia que se ofrece gratuitamente, y no de la libre voluntad del hombre.".

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DATOS BIOGRAFICOS
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Nació el año de 1834 en Inglaterra. Descendiente de cristianos refugiados de los Países Bajos que huyeron de la persecución desatada por Felipe II. Su padre Santiago Spurgeon y su abuelo fueronpastores.

A los 15 años buscó con anhelo intenso la comunión con Dios por lo cual asistía a diferentes iglesias. Suconversión ocurre durante una tormenta de nieve en cierta iglesia en la cual predicó un zapatero al no poder asistir el pastor.

El sermón sencillo del zapatero se basó en "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra" (Isaías 45:22). El joven Carlos comprendió el evangelio cuando el zapatero le dijo-¡Joven, mira a Jesús! ¡Míralo ahora!-.


Recién salvo se dedica a la enseñanza en la Escuela Dominical de su iglesia y a distribuir folletos encualquier oportunidad que tiene. Empieza a predicar a los 16 años en lugares como establos o en casasde agricultores. Unos meses después se le llama a pastorear la Iglesia de Waterbeach.

Después de 2 años de predicar en la Iglesia de Waterbeach es llamado al Park Street Chapel de Londres cuya capacidad era de 1,200 oyentes, sin embargo solo había un puñado de creyentes que no cesaban de orar por un avivamiento. A los pocos meses el Park Street Chapel ya era insuficiente puesto que centenares de oyentes permanecían afuera.

Para aumentar la capacidad de esta Iglesia se trasladan al Exeter Hall con capacidad para 4,500 personas. A los meses al intentar regresar nuevamente se dan cuenta de que el Park Street Chapel ahora New Park Street Chapel es ya insuficiente.

La Iglesia decidió aumentar su capacidad de acuerdo a la gran cantidad de oyentes y el 19 de octubre de 1856 inauguran los cultos en el auditorio Surrey Music Hall con capacidad para 12,000 personas.

El día del primer culto el auditorio se llenó quedando 10,000 personas fuera, sin poder entrar. Este día se ensombreció por los enemigos del evangelio quienes sembraron el pánico entre la multitud al grito de ¡Fuego!¡Fuego!.

En marzo de 1861 quedó terminado el Tabernáculo Metropolitano en el que Spurgeon predicó durante 31 años con un promedio de 5,000 personas, quienes se retiraban cada 3 meses para dar lugar a otras personas.

Spurgeon escribió 135 libros, publicó un periódico ("La espada y la cuchara"), fundó y dirigió el orfanato de Stockwell y el Colegio de los Pastores. Indudablemente Spurgeon estuvo ungido por el Señor, el cual lo dotó con un poderoso don de la predicación; por lo que se le conoce con el título de "El príncipe de los predicadores".

Al morir el año de 1892 dirigió estas últimas palabras a su esposa -¡Oh querida, he gozado un tiempo glorioso con mi Señor!-.En la lápida de su tumba en Norwood se lee: "Aquí yace el cuerpo de Carlos Hadon Spurgeon esperando la aparición de su Señor y Salvador Jesucristo".
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