Salomé (princesa)

sábado, 13 de febrero de 2010

Salomé fue una princesa idumea, hija de Herodes Filipo y Herodías, e hijastra de Herodes Antipas, relacionada con la muerte de Juan el Bautista. Según se relata en el Nuevo Testamento (Mateo 14:6-12 y Marcos 6:21-29), su madre, Herodías, la mujer de Herodes Filipo, se casó de manera escandalosa con el hermanastro de éste, Herodes Antipas. Esto suscitó la guerra con los nabateos, ya que Herodes Antipas había repudiado antes a su anterior esposa, hija del monarca nabateo Aretas IV.

La actitud de Herodes Antipas y Herodías fue muy criticada por el pueblo, ya que se consideró pecaminosa, y uno de los que más sobresalieron en su denuncia fue Juan el Bautista, razón por la cual Herodes lo hizo apresar, aunque no se atrevió a ejecutarlo por miedo a provocar la ira popular.


Según la tradición, Salomé, mujer de gran belleza, bailó para su padrastro, el cual, entusiasmado, se ofreció a concederle el premio que ella deseara. Pidió, siguiendo las instrucciones de su madre, la cabeza del Bautista, que le fue entregada «en bandeja de plata».

En el Nuevo Testamento, Salomé no es mencionada por su nombre; sólo se hace referencia a ella como la "hija de Herodías". Su nombre ha llegado hasta nosotros gracias a las Antigüedades judías, de Flavio Josefo (libro XVIII, capítulo 5,4): "Herodías, [...] quien tuvo una hija, Salomé; después de su nacimiento, Herodías [...] se divorció de su esposo mientras aún estaba vivo, y se casó con Herodes, hermano de su esposo por línea paterna, él era tetrarca de Galilea; pero Salomé se casó con Herodes Filipo [...] tetrarca de Traconítide [...]".

No debe confundirse con la Salomé que aparece en el Nuevo Testamento como seguidora de Jesús de Nazaret.


Salomé en las artes
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Pintura

La historia bíblica ha sido representada con frecuencia en la pintura, ya que ofrece la posibilidad de plasmar escenarios exóticos y mujeres semidesnudas sin abandonar el repertorio bíblico. Algunos de los pintores que han llevado al lienzo la historia de Salomé han sido Tiziano, Gustave Moreau y Beltrán Massés.


Literatura
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Salomé (Oscar Wilde)

La historia de Salomé proporciona el argumento a una conocida obra teatral de Oscar Wilde, que se estrenó en París en 1896. En la obra de Wilde, Salomé siente una morbosa atracción por Juan el Bautista. Enfurecida por su rechazo, pide a su padrastro que sea ejecutado. Al final de la obra besa la cabeza del Bautista. Wilde publicó y estrenó la obra en Francia a causa de la prohibición existente en el Reino Unido de llevar a la escena argumentos bíblicos.

En la versión francesa fue auxiliado por Marcel Schwob. Más adelante, la obra fue traducida al inglés; Alfred Bruce Douglas (Bosie), amante de Wilde, consta como traductor al inglés de la obra.

Curiosamente, el detalle morboso del beso a los labios muertos de Juan aparecían ya en una obra medieval, el Ysengrimus de Nivardo de Gante (siglo XIII), en que se da una curiosa confusión entre Salomé y Herodías. Cuando intenta besar la boca de la cabeza decapitada de Juan el Bautista, este sopla y Herodías/Salomé sale volando.

El poeta modernista Rubén Darío hace referencia a Herodías y su hija en uno de sus poemas más conocidos:

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

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Herodías

Mujeres de la Biblia (Nuevo Testamento)

"Ella salió y le dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella contestó: La cabeza de Juan el Bautista" (Marcos 6:24).

Léase Marcos 6:14-21

Herodías era de Edom, descendiente de Esaú. Herodías era en realidad la mujer del hermano de Herodes, Felipe, un príncipe, pero que había sido desheredado por su padre.Felipe y Herodías vivían en Roma. Como resultado de una visita de Herodes a Roma durante la cual se hospedó en casa de su hermano, Felipe se vio privado de su esposa. Herodías le abandonó para irse con Herodes. Pero, Herodes también era casado con una princesa de Arabia, lo cual era otro obstáculo al matrimonio de los dos.

Herodes rechazó a su esposa. Herodías entró en el palacio como reina. Sólo un hombre se atrevió a protestar públicamente de toda esta inmoralidad: Juan el Bautista. Herodes lo mandó encerrar y es de suponer que, por temor a malquistarse con el pueblo prefirió dejarlo en vida. Herodes era capaz de cualquier crimen, pero era taimado y probablemente supersticioso. No le cabía duda que Juan era un profeta.

Herodías no tenía escrúpulos y sabía perfectamente que su peor enemigo era Juan el Bautista. En tanto el viviera su situación como favorita estaba en peligro. Siempre cabía la posibilidad de que Juan influyera en Herodes de modo desfavorable para ella.

La ambición de Herodías carecía de límites. Lo mismo su orgullo. Habría urdido toda clase de planes para librarse de Juan. Por fin se presentó la ocasión perfecta. Herodes se había puesto en una trampa de la que no pudo escapar. La hija de Herodías, a instigación de su madre pidió, como recompensa de haber danzado de forma que soliviantó las pasiones de aquel viejo zorro, la cabeza de Juan. Juan fue degollado.

Herodías era para Herodes algo semejante a lo que Jezabel era para Acab. En ambos casos la mujer tenía aún menos escrúpulos que el marido. Jezabel odiaba a Elías; Herodías a
Juan. Sólo el final de la historia es distinto. Jezabel pereció sin consumar su venganza sobre Elías. Juan sucumbió en manos de Herodías.

El corazón de una mujer decidida al mal no se queda atrás respecto al corazón de un hombre. Cuando se entrega al pecado, pasa a ser un instrumento de Satanás con no menos perfidia y bajeza. Hoy no suelen ocurrir dramas de semejante violencia, por lo menos en los medios habituales en que transcurren nuestras vidas. Sin embargo no es menos verdad que la influencia de una mujer puede ser seguida y descubierta en la conducta de muchos hombres de responsabilidad. La historia nos presenta numerosos ejemplos de mujeres de este tipo que dieron lugar a persecuciones religiosas crueles e incontables víctimas. Basta con que recordemos los casos de Fernando I el Católico de España y Luis XIV, en Francia, cuyas esposas Isabel y Mme. de Maintenon, respectivamente, dieron lugar a la Inquisición en España y a la Revocación del Edicto de Nantes, en Francia. Ambas decisiones causaron millares de víctimas entre los judíos conversos y los protestantes o reformados en España y entre los hugonotes en Francia.


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Herodes el Grande

Herodes el Grande (73-4 a.C.), rey de Judea (37-4 a.C.), apoyado por Roma y representado por la tradición cristiana y judía como un traidor, conocido por ser el responsable de la degollación de los llamados santos inocentes.

Herodes nació al sur de Palestina, de padres árabes. Su padre, Antípatro el Idumeo, fue nombrado procurador de Judea por Julio César en el 47 a.C.; Pompeyo Magno anteriormente había depuesto a la dinastía Asmonea.


A pesar de la oposición Asmonea, el Senado romano reconoció a Herodes como rey en el 39 a.C., pero su gobierno real se inició dos años después. Herodes intentó consolidar su posición con los judíos casándose con Mariamna, princesa de la línea Asmonea, a quien posteriormente mandó asesinar.

Los primeros años del reinado de Herodes fueron complicados por la hostilidad entre dos sectas judías, saduceos y fariseos, y por la enemistad de los miembros supervivientes de la familia Asmonea, quienes establecieron una alianza con Cleopatra, reina de Egipto. Herodes finalmente prevaleció ante sus oponentes, sobre todo porque Cleopatra y Marco Antonio prevalecieron momentáneamente frente a Cayo Octavio (posteriormente el emperador Augusto).

Aunque Herodes había apoyado a Marco Antonio en su lucha contra Octavio, sin embargo, éste confirmó a Herodes como rey en el 31 a.C., convencido de que continuaría gobernando según los dictados de Roma.

Los años transcurridos entre el 25 y el 13 a.C. fueron los más prósperos de su reinado. Durante este periodo Herodes se ocupó de un gran número de proyectos arquitectónicos, incluida la construcción en Jerusalén, Jericó y Cesarea, de teatros, anfiteatros y circos para los juegos inaugurados en honor de Augusto. Para proteger la frontera de Judea frente a las incursiones árabes, construyó o restauró una serie de fortalezas, que posteriormente probaron ser de gran valor para los judíos en su insurrección contra Roma (tal es el caso de Masada).

Comenzó a reconstruir el Templo de Jerusalén, poniendo gran atención en los escrúpulos religiosos del pueblo. Los últimos años del reinado de Herodes fueron muy amargos a causa de las complicadas intrigas de palacio.

A su muerte en Jericó, en marzo o abril del 4 a.C., el reino de Herodes se dividió entre sus tres hijos (Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo). Aunque judío practicante, y a pesar de sus intentos para conseguir su favor, Herodes era odiado por los judíos, por extranjero y por amigo de los romanos. Según Mateo (2,16) intentó matar al niño Jesús, masacrando a todos los niños varones de Belén, en lo que se conoce como la degollación de los santos inocentes.
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Herodes I el Grande

Herodes (en hebreo הוֹרְדוֹס Hordos), más conocido como Herodes el Grande (en griego Μέγας ἡρῴδης) o Herodes I (Ascalón, 73 a. C. - Jerusalén, 4 a. C.), rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea desde el 40 a. C. hasta su muerte, en calidad de vasallo del Roma. Su figura es conocida por instigar, según el cristianismo, la Matanza de los Inocentes.


Herodes El Grande fue un gran líder político, militar y constructor. Si bien su linaje era idumeo (pueblo descendiente de los antiguos edomitas) su pensamiento, educación y cosmogonía eran claramente griegas por lo cual podríamos calificarlo más como un rey extranjero que gobernó a Judea durante y a nombre del poder romano. Siempre tuvo este sino sobre él, pues el pueblo nunca lo consideró judío debido a su origen idumeo.

Así, fue nombrado en el año 47 a. C. procurador de Judea por Julio César. Herodes se ganó la confianza de los romanos, obteniendo su apoyo para derrocar a la estirpe judía de los asmoneos. En el año 40 a. C. consiguió de Marco Antonio, triunviro de Roma y poseedor de la parte oriental del Imperio romano, el título de rey de Judea.

Se casó en el 38 a. C. con Mariamna, hija de Alejandro, hijo a su vez de Aristóbulo II, de la estirpe de los asmoneos. Herodes era enemigo de la familia asmonea que había reinado hasta ese momento en Judea. En sus luchas para la conquista de Jerusalén, y con el apoyo romano en Siria, consiguió que en el año 37 a. C. fuera degollado Antígono II, hijo de Aristóbulo II. Eliminaba así al más directo aspirante a arrebatarle su título de rey.

Intentó mejorar sin éxito su imagen ante el pueblo judío. Realizó una política de mejoras, entre las que destacó la reconstrucción del Templo de Jerusalén, iniciada en el 22 a. C., o la fundación de la ciudad de Cesarea, una ciudad portuaria de carácter occidental construida en honor al dueño del Imperio tras la batalla de Accio, Cayo Julio César Octavio Augusto (Gaius Iulius Caesar Octavius Augustus). Fue un gobernante eficaz que impulsó el comercio y la economía de su pueblo. En época de hambruna (25 a. C.), se deshizo de gran parte de la riqueza de sus palacios para comprar trigo a Egipto.

Hizo ejecutar a toda la familia rival derrocada, incluyendo al abuelo (Aristóbulo II) y al hermano (Aristóbulo III, sumo sacerdote ahogado en unos baños) de Mariamna, su mujer. También a ella la mandó ejecutar en 29 a. C., y un año después a la madre de Mariamna. Asimismo eliminó a dos de sus propios hijos (Aristóbulo y Alejandro), atendiendo a rumores de conspiración contra su persona, levantados por otro hijo, Antípater, a quien también ejecutó años más tarde por intentar envenenarle.

Herodes tuvo muchos hijos de sus diez esposas. Aunque designó sucesor a su hijo Arquelao, a su muerte, el emperador Augusto repartió el reino entre tres de sus hijos:
  • Herodes Arquelao: Etnarca de Judea, Samaria e Idumea.
  • Herodes Antipas: Tetrarca de Galilea y Perea.
  • Herodes Filipo: Tetrarca de Batanea, Gaulanítide, Traconítide y Auranítide.
  • Murió en Jerusalén hacia el 12 o 13 de marzo de 4 a. C. (entre la Pascua y el eclipse de luna).

En el año 2007 la Universidad Hebrea de Jerusalén anunció el hallazgo de la tumba de Herodes en el Herodión, a pocos kilómetros de Jerusalén, hecho que, sin embargo y sin perjuicio del prestigio de los arqueólogos de la Universidad Hebrea, no se haya totalmente probado dada la escasez de textos y dataciones fehacientes.

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Poncio Pilato

Poncio Pilato, también conocido como Pilatos (en latín, Pontivs Pilatvs), fue prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 de nuestra era.

Los detalles de su biografía antes y después de su nombramiento como prefecto son desconocidos; mas bien han sido suplidos por la leyenda, la cual incluye el supuesto nombre de su esposa, Procula (que fue canonizada como santa por la Iglesia Ortodoxa etíope), y el probable nacimiento de Pilatos en Tarraco, aunque también pudo ser en Astorga.


Fue designado procurador de Judea por Tiberio, a instancias de su prefecto pretorio, Lucio Elio Sejano, adversario de Agripina y señalado como antisemita.

Intentó romanizar Judea sin éxito, introduciendo imágenes de culto al César, y trató de construir un acueducto con los fondos del Templo. Las desavenencias con el pueblo judío le llevaron a trasladar su centro de mando de Cesarea a Jerusalén para controlar mejor las revueltas. Pilatos se enfrentaba además a grupos extremistas entre los que se contaba Barrabás, quien había asesinado a un soldado romano. Estos grupos subversivos daban mucho quehacer a Pilatos.

Poncio Pilatos fue relevado del mando de Judea en el año 36 ó 37 DC, después de reprimir fuertemente una revuelta de los samaritanos, en la cual crucificó a varios alborotadores.


Un personaje histórico
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Existen varias referencias de la existencia de Poncio Pilato que pueden considerarse. Por ejemplo, Justino Mártir, quien escribió a mediados del siglo segundo, dijo lo siguiente respecto a la muerte de Jesús: “Por las Actas de Poncio Pilato puedes determinar que estas cosas sucedieron”. Además, según Justino Mártir estos mismos registros mencionaban los milagros de Jesús, de los cuales dice: “De las Actas de Poncio Pilato puedes aprender que Él hizo esas cosas”. Es verdad que estas “Actas” o registros oficiales ya no existen. Pero es patente que existían en el siglo segundo, y Justino Mártir instó con confianza a sus lectores a comprobar con ellas la veracidad de lo que decía.

El testimonio del historiador romano Tácito, nacido alrededor del año 55 DC y quien no era amigo del cristianismo, escribió poco después del año 100, y menciona la cruel persecución de los cristianos por Nerón, y añade: “Cristo, el fundador del nombre, había sufrido la pena de muerte en el reinado de Tiberio, sentenciado por el procurador Poncio Pilato, y la perniciosa superstición se detuvo momentáneamente, pero surgió de nuevo, no solamente en Judea, donde comenzó aquella enfermedad, sino en la capital misma [Roma]”.(Obras completas de Tácito, Nueva York, 1942, Anales, Libro 15, párrafo 44).

Filón, escritor judío de Alejandría (Egipto) que vivió en el siglo I, narra un acto similar de Pilato que provocó una protesta. En esa ocasión tuvo que ver con unos escudos de oro que llevaban los nombres de Pilato y Tiberio, y que Pilato había colocado en su residencia de Jerusalén. Los judíos apelaron al emperador de Roma, y Pilato recibió la orden de llevar los escudos a Cesárea. (Sobre la embajada ante Cayo, XXXVIII, 299-305.)

Los escritores judíos, como Filón, representan a Pilato como un hombre inflexible y decidido.

Según el historiador judío Josefo, Pilato tuvo un mal comienzo en lo que respecta a las relaciones con sus súbditos judíos: de noche envió a Jerusalén soldados romanos que llevaban insignias militares con imágenes del emperador. Este suceso provocó un gran resentimiento, y una delegación de judíos viajó a Cesárea para protestar por la presencia de las insignias y exigir que las quitasen. Después de cinco días de discusión, Pilato intentó atemorizar a los que hicieron la petición, amenazándolos con que sus soldados los ejecutarían, pero la enconada negativa de aquellos a doblegarse le hizo acceder a su demanda. (Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo III, sección 1.)

Josefo aún menciona otro alboroto: a expensas de la tesorería del templo de Jerusalén, Pilato construyó un acueducto para llevar agua a Jerusalén desde una distancia de casi 40 km. Grandes multitudes vociferaron contra este acto cuando Pilato visitó la ciudad. Pilato envió soldados disfrazados para que se mezclasen entre la multitud y la atacasen al recibir una señal, lo que resultó en que muchos judíos muriesen o quedasen heridos. (Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo III, sección 2; La Guerra de los Judíos, libro II, capítulo IX, sección 4.)

Josefo informa que la posterior destitución de Pilato fue el resultado de las quejas que los samaritanos presentaron a Vitelio, gobernador de Siria y superior inmediato de Pilato. La queja tenía que ver con la matanza ordenada por Pilato de varios samaritanos a los que engañó un impostor, reuniéndolos en el monte Guerizim con la esperanza de descubrir los tesoros sagrados que supuestamente había escondido allí Moisés. Vitelio mandó a Pilato a Roma para comparecer ante Tiberio, y puso a Marcelo en su lugar. Tiberio murió en el año 37 DC, mientras Pilato todavía estaba en camino a Roma. (Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo IV, secciones 1 y 2.)

Los descubrimientos arqueológicos también han ilustrado o confirmado lo que leemos en las Escrituras Griegas (o Nuevo Testamento). Por ejemplo, en 1961 se halló el nombre de Poncio Pilato en una inscripción descubierta en las ruinas de un teatro romano en Cesárea.


Pilatos en los Evangelios
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Según los Evangelios, Jesús fue apresado por un grupo de hombres armados, por orden de Caifás y los sumos sacerdotes. Solicitaron a Pilatos que le ejecutara, ya que la pena capital sólo podía ser aplicada por los romanos. A pesar de no hallarlo culpable, Pilatos deja que el pueblo decida entre liberar a un preso de nombre Barrabás o liberar a Jesús.
El pueblo liderado por los sumos sacerdotes escogen la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús. Ante esa decisión Pilatos se lavaba las manos para indicar que no quería hacer parte de la decisión tomada por la muchedumbre. Pilatos dice "No soy responsable por la sangre de este hombre". A lo que la multitud responde "Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes."

El periodista e investigador español Juan José Benítez que ha realizado numerosas investigaciones entorno a Jesús de Nazaret y su época, dice que durante el tiempo en el que estuvo de procurador en Israel Poncio Pilato, el emperador Tiberio había dejado de una manera sutil el imperio, pero de todos modos gobernaba de una manera secreta, dejando a un fiel servidor de casa al frente del imperio romano.

Tiberio se había vuelto muy desconfiado, debido a las constantes revueltas en las que se veía amenazado su imperio, por lo que su desconfianza fue creciendo a tal grado que llegó a asesinar hasta a sus más fieles colaboradores, el historiador refiere de él "hasta el más mínimo comentario era condenado a muerte"; por este motivo Pilato se vio obligado a ejecutar a Jesucristo, no por ser un hombre cobarde, sino por miedo a perder todo, incluso su vida.
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