Esteban (Apostol martir)

jueves, 21 de enero de 2010

Esteban era de origen judío. Su nombre significa: "coronado" (Esteb: corona) Dio honra a su nombre coronando su vida con el martirio.

Se le llama "protomartir" porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Se desconoce por completo su conversión al cristianismo. La S. Biblia se refiere a él por primera vez en los Hechos de los Apóstoles. Narra que en Jerusalén hubo una protesta de las viudas helenistas (de origen griego).

Las viudas decían que, en la distribución de la ayuda diaria, se les daba mas preferencia a los que eran de Israel, que a los pobres del extranjero. Cuando esa comunidad creció, los apóstoles, para no dejar su labor de predicar, confiaron el servicio de los pobres a siete ministros de la caridad llamados diáconos (que significa "ayudante", "servidor", grado inmediatamente inferior al sacerdote). Estos fueron elegidos por voto popular, por ser hombres de buena conducta, llenos del Espíritu Santo y de reconocida prudencia. Los elegidos fueron Esteban, Nicanor y otros. Esteban además de ser administrador de los bienes comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia. La palabra del Señor se difundió y el número de discípulos se multiplicó extraordinariamente en Jerusalén; también un gran número de sacerdotes se sometieron a la fe.

Esteban hablaba de Jesucristo con un espíritu tan sabio que ganaba los corazones y los enemigos de la fe no podían hacerle frente. Al ver los ancianos la influencia que ejercía sobre el pueblo, lo llevaron ante el Tribunal Supremo de la nación llamado Sanedrín y, recurriendo a testigos falsos que lo acusaron de blasfemia contra Moisés y contra Dios. Estos afirmaron que Jesús iba a destruir el templo y a acabar con las leyes, puesto que Jesús de Nazaret las había sustituido por otras. Todos los del tribunal, al observarlo, vieron que su rostro brillaba como el de un ángel. Por esa razón, lo dejaron hablar, y Esteban pronunció un poderoso discurso recordando la historia de Israel.


Contenido del discurso de Esteban: (Hechos 7, 2-53)
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Demostró que Abraham, el padre y fundador de su nación, había dado testimonio y recibido los mayores favores de Dios en tierra extranjera; que a Moisés se le mandó hacer un tabernáculo, pero se le vaticinó también una nueva ley y el advenimiento de un Mesías; que Salomón construyó el templo, pero nunca imaginó que Dios quedase encerrado en casas hechas por manos de hombres. Afirmó que tanto el Templo como las leyes de Moisés eran temporales y transitorias y debían ceder el lugar a otras instituciones mejores, establecidas por Dios mismo al enviar al mundo al Mesías.

Demostró no haber blasfemado contra Dios, ni contra Moisés, ni contra la ley o el templo; que Dios se revela también fuera del Templo. Confrontó a sus acusadores con estas palabras: (Hch 7, 51-54)

¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.

La reacción de Esteban y sus enemigos pone en relieve que se trata de una batalla espiritual, cada bando con sus características propias: Dios y el demonio (54-60)

Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él. Pero él (Esteban), lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.

La violencia contra Esteban se propagó contra toda la Iglesia (Hch 8,1-3)
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Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel.

Las circunstancias del martirio indican que la lapidación de San Esteban no fue un acto de violencia de la multitud sino una ejecución judicial. De entre los que estaban presentes consintiendo su muerte, uno, llamado Saulo, el futuro Apóstol de los Gentiles, supo aprovechar la semilla de sangre que sembró aquel primer mártir de Cristo.

Los restos de Esteban fueron encontrados por el sacerdote Luciano en Gamala de Palestina, en diciembre del año 415. El hallazgo suscitó gran conmoción en el mundo cristiano. Las reliquias se distribuyeron por todo el mundo, lo cual contribuyó a propagar el culto de San Esteban, obrando Dios numerosos milagros por la intercesión del protomartir.

El lugar del martirio de Esteban, en Jerusalén, se sitúa tradicionalmente algo más afuera de la Puerta de Damasco, en el norte, donde ahora se encuentra precisamente la iglesia de Saint- Étienne, junto a la conocida «École Biblique» de los dominicos. Al asesinato de Esteban, primer mártir de Cristo, le siguió una persecución local contra los discípulos de Jesús (Hechos 8, 1), la primera que se verificó en la historia de la Iglesia. Constituyó la oportunidad concreta que llevó al grupo de cristianos hebreo-helenistas a huir de Jerusalén y a dispersarse.

Expulsados de Jerusalén, se transformaron en misioneros itinerantes. «Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra» (Hechos 8, 4). La persecución y la consiguiente dispersión se convierten en misión. El Evangelio se propagó de este modo en Samaria, en Fenicia, y e Siria, hasta llegar a la gran ciudad de Antioquía, donde, según Lucas, fue anunciado por primera vez también a los paganos (Hechos 11, 19-20) y donde resonó por primera vez el nombre de «cristianos» (Hechos 11,26).

En particular, Lucas especifica que los que lapidaron a Esteban «pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo» (Hechos 7, 58), el mismo que de perseguidor se convertiría en apóstol insigne del Evangelio. Esto significa que el joven Saulo tenía que haber escuchado la predicación de Esteban, y conocer los contenidos principales. Y San Pablo se encontraba con probabilidad entre quienes, siguiendo y escuchando este discurso, «tenían los corazones consumidos de rabia y rechinaban sus dientes contra él» (Hechos 7, 54).

Podemos ver así las maravillas de la Providencia divina: Saulo, adversario empedernido de la visión de Esteban, después del encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco, reanuda la interpretación cristológica del Antiguo Testamento hecha por el primer mártir, la profundiza y completa, y de este modo se convierte en el «apóstol de las gentes». La ley se cumple, enseña él, en la cruz de Cristo. Y la fe en Cristo, la comunión con el amor de Cristo, es el verdadero cumplimiento de toda la Ley. Este es el contenido de la predicación de Pablo. Él demuestra así que el Dios de Abraham se convierte en el Dios de todos. Y todos los creyentes en Cristo Jesús, como hijos de Abraham, se convierten en partícipes de las promesas. En la misión de san Pablo se cumple la visión de Esteban.

Lo más importante es que, además de los servicios caritativos, Esteban desempeña también una tarea de evangelización entre sus compatriotas, los así llamados «helenistas». Lucas, de hecho, insiste en el hecho de que él, «lleno de gracia y de poder» (Hechos 6, 8), presenta en el nombre de Jesús una nueva interpretación de Moisés y de la misma Ley de Dios, relee el Antiguo Testamento a la luz del anuncio de la muerte y de la resurrección de Jesús. Esta relectura del Antiguo Testamento, relectura cristológica, provoca las reacciones de los judíos que interpretan sus palabras como una blasfemia (Hechos 6, 11-14). Por este motivo, es condenado a la lapidación. Y san Lucas nos transmite el último discurso del santo, una síntesis de su predicación.

Como Jesús había explicado a los discípulos de Emaús que todo el Antiguo Testamento habla de Él, de su cruz y de su resurrección, de este modo, Esteban, siguiendo la enseñanza de Jesús, lee todo el Antiguo Testamento en clave cristológica. Demuestra que el misterio de la Cruz se encuentra en el centro de la historia de la salvación narrada en el Antiguo Testamento, muestra realmente que Jesús, el crucificado y resucitado, es el punto de llegada de toda esta historia. Y demuestra, por tanto, que el culto del templo también ha concluido y que Jesús, el resucitado, es el nuevo y auténtico «templo». Precisamente este «no» al templo y a su culto provoca la condena de san Esteban, quien, en ese momento --nos dice san Lucas--, al poner la mirada en el cielo vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha. Y mirando al cielo, a Dios y a Jesús, san Esteban dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios» (Hechos 7, 56). Le siguió su martirio, que de hecho se conforma con la pasión del mismo Jesús, pues entrega al «Señor Jesús» su propio espíritu y reza para que el pecado de sus asesinos no les sea tenido en cuenta (Hechos 7,59-60).


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Apostol Esteban (mártir)

Esteban, diácono y protomártir, es decir el primer mártir cristiano.

Tenemos noticias de este santo a través de los relatos que encontramos en el libro los Hechos de los Apóstoles. Era judío y helenista de la Diáspora.

Es uno de los siete diáconos seleccionados para solucionar la queja de los helenistas en la primitiva Iglesia cuando aparentemente se abandonaba la atención a las mujeres y niños cristianos provenientes del paganismo, mientras que aparentemente se daba una mayor atención y cuidado a los judíos convertidos a la nueva fe. El nombre de Esteban proviene del griego Stephanos, que significa "corona".

Estos siete diáconos por su nombre y propósito parecen ser de origen griego y tenían como misión el servicio de las mesas, es decir descargar de los trabajos materiales a los apóstoles.


Esteban era vehemente en su predicación y convertía a muchos judíos a la fe cristiana incluso sacerdotes.

Al ver esto, los ancianos y jefes de algunas sinagogas empezaron a elaborar planes para vencerlo y desacreditarlo.

En un principio quisieron discutir con él pero terminaban vencidos. Por último lo acusaron ante el Sanedrín de blasfemia contra Moisés y contra Dios. Esteban por dar testimonio de Jesús resucitado murió apedreado en las afueras de Jerusalén. Mientras lo ejecutaban oraba por sus verdugos.

Saulo que posteriormente se conocerá como el apóstol Pablo era un joven que estaba presente en aquellos momentos, aunque aparentemente no participó en el apedreamiento y se limitaba a cuidar la ropa de los que lo hacían.

Murió apedreado y diciendo: "Señor, no le tomes en cuenta este pecado". Y habiendo dicho esto, murió.
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El profeta Nahum

Acerca del autor y de la fecha en que fue escrito el libro
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La vida de NAHÚM nos es completamente desconocida, por los datos que aporta su libro de le suele fechar entre la toma de Tebas, saqueada por Asurbanípal (668-627 a.C.) y la destrucción de Nínive (612 a.C.)como también la ubicación de Elcós, su ciudad de origen. Con una fuerza lírica que no tiene parangón en la Biblia, este profeta describe y celebra la caída de Nínive, capital del Imperio asirio, ocurrida en el 612 a. C. Durante mucho tiempo, Asiria había sido sinónimo de crueldad y de terror entre los países del cercano Oriente. Es natural, entonces, que todos los pueblos se alegraran por su caída, y es como el portavoz de esa alegría desbordante.

Pero su canto de júbilo encierra, a la vez, un himno de alabanza a Dios, el Señor de la historia, que desbarata todas las pretensiones humanas y libera a su Pueblo. Los ejércitos que derrotaron a Nínive, el prototipo del imperialismo opresor y el enemigo tradicional de Israel, eran el instrumento del juicio de Dios, que tarde o temprano castiga a los culpables.

El triunfo definitivo del Señor sobre todas las fuerzas del mal, prefigurado en la ruina de Nínive, y el gozo de los elegidos en la Jerusalén celestial, encontraron su expresión cristiana más elocuente en el libro del Apocalipsis.

El hecho de que el reino de las diez tribus (al cual pertenecía Galilea) ya estaba bajo el dominio de los Asirios en la época de Nahum, y de que éste dirigió sus mensajes directamente al reino de Judá (1:15b) podría dar crédito a la última posibilidad.

En el libro de Nahum no encontramos indicaciones, ni exactas ni aproximadas, acerca del tiempo en que fue escrito. Sin embargo, el capítulo 3: 8-10 menciona la destrucción de No de Ammon (Tebas), capital del Alto Egipto. Esto tuvo lugar en el 663 a.C. por Asurbanipal, rey de los Asirios. Nínive fue destruida por los Medos bajo el reinado de Ciaxares y por los babilonios bajo el reinado de Nabopolasar en el 612 a.C. El ministerio de Nahum podría situarse entre esos dos eventos.

Nahum no es mencionado en ningún otro lado de las Escrituras. Sin embargo, leemos en Romanos 10:15: “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Este versículo presenta una expresión muy similar a las de Isaías 52:7 y Nahum 1:15, lo cual los vincula entre sí.


El propósito del libro
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El objetivo de la profecía de Nahum era anunciar el juicio sobre Nínive. Jonás ya había profetizado acerca de Nínive, pero él había vivido 150 años antes que Nahum. En el libro de Jonás la gracia de Jehová triunfa, mientras que en el de Nahum sólo se anuncia la justa ira de Dios y la inevitable destrucción de esta ciudad impía. La visión de Nahum está enfocada sobre este enemigo del pueblo de Dios; es muy sorprendente que no se mencione nada acerca de los pecados de Israel y de Judá. Efectivamente, al tiempo que es anunciada la santa y justa ira de Dios contra los enemigos, el pueblo de Dios recibe palabras reconfortantes (1:12-15). En el capítulo 1 (el cual es similar a un salmo), vemos a Dios celoso y vengador en toda su majestad. Los dos capítulos siguientes profetizan con exactitud la caída y destrucción de Nínive.

Como la mayoría de los libros proféticos, el libro de Nahum también está escrito en hebreo poético. Sin embargo, esta poesía se pierde con la traducción. Algunos estudiosos creen encontrar un estilo acróstico en el capítulo 1: 2-8, en el cual los versículos comenzarían siguiendo el alfabeto hebreo, pero otros investigadores dudan de esto. En general, puede apreciarse un lenguaje poderoso y rico en imágenes, por lo que Nahum es llamado «autor clásico de la poesía hebrea» (comparar con «Poesía hebrea», Libro de los Salmos, 3. peculiaridades).


Peculiaridades
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Nínive fue la capital del Imperio Asirio. Su fundador fue Nimrod, quien vivió poco tiempo después del diluvio. Entre Asiria y Babilonia siempre hubo rivalidad. Babilonia es figura del poder mundano vestido religiosamente. Asiria representa lo altivo, cruel y violento de un mundo que no reconoce nada fuera de su propia importancia.

Nínive alcanzó gran renombre alrededor del 900 a.C. Salmanasar III de Asiria venció al rey Acab de Israel en la batalla de Karcar, cerca del 843 a.C. Según una inscripción hecha en el Obelisco negro de Salmanasar, el rey Jehú también fue tributario de este rey asirio. Sin embargo, las escrituras no mencionan esto. Jonás fue enviado a Nínive cerca del 800 a.C. a fin de que sus pobladores dejaran sus crueles caminos. Las dos tribus y media de Rubén, Gad y Manases, establecidas en la orilla oriental del Jordán, fueron deportadas por Tiglad-pilser en el 734 a.C., y en el 722 a.C. todo el reino septentrional de Israel fue llevado a la cautividad bajo los reinados de Salmanasar V y Sargon (2.º Reyes 17). Senaquerib atacó al reino de Judá alrededor del 701 a.C, en tiempos del rey Ezequías, pero tuvo que retornar a su tierra sin haber logrado su objetivo. Después de la muerte de Asurbanipal (quien había conquistado Tebas, Egipto, en 663 a.C.), el poder de Asiria y Nínive declinó mucho. Finalmente, la gran ciudad fue conquistada y totalmente destruida en el año 612 a.C. por los Medos bajo el reinado de Ciaxares y por los babilonios bajo el reinado de Nabopolasar. Recién en el siglo XIX, las ruinas de Nínive fueron excavadas hallándose sus majestuosos edificios, esculturas y la biblioteca de Asurbanipal, que tenía más de 20.000 tablas de arcilla.

Dios había utilizado a Asiria como vara de su ira para castigar a su culpable pueblo de Israel, pero, finalmente, esta vara debía ser castigada por su soberbia y su malicia (Isaías 10: 5-19; Ezequiel 31: 3-17; Sofonías 2:13). Algunas referencias acerca de Asiria se completarán con seguridad en el futuro. El rey de Asiria vendrá nuevamente contra Israel y Egipto y encontrará su fin en Palestina. Es sorprendente saber que Asiria compartirá las bendiciones del milenio con Israel y Egipto, según Isaías 19:23-25, sin su destruida e impía capital de Nínive.


Resumen del contenido
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I. Nahum 1: El juicio es anunciado: Dios es justo.

II. Nahum 2: El juicio es ejecutado: Nínive es destruida.

III. Nahum 3: Los motivos del juicio: la culpabilidad de Nínive.


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